lunes, 17 de marzo de 2014

La Unión de los Elegidos

Buenas jugones, me presento. Mi nombre es Marián y me enorgullece afirmar que soy una nueva escritora del Templo Jugón. Además, no vengo sola, más bien, creo que vengo demasiado acompañada. ¡Link y sus compañeros de aventuras vienen conmigo! Os traigo mi nuevo proyecto, una historia basada en la tan conocida y aclamada saga de The Legend Of Zelda, con la cual espero enternecer vuestro lado lector y traeros, si no recuerdos de muchos personajes, conocimientos sobre el gran mundo que se oculta en cada nueva entrega. Sin más dilación, os dejo introduciros en las palabras que nos trae el viento de tiempos ajenos a estos.
 
 

Capítulo I 'La decisión de los Dioses'


'Sé que ni el orgullo ni la osadía te precipitarán en un camino angosto, Link. Pero es avaricioso el destino y codicioso el por venir. Ten siempre en mente aquello por lo que luchas y no te dejes abatir aun cuando los torrentes de pesar devasten tus esperanzas, pues sólo si te alzas entre la multitud para agitar la calma de las tinieblas podrás pervivir en la memoria de quién deseas.' 


Han pasado ya seis años desde que no he vuelto al Bosque Kokiri para hablar con el árbol Deku, y sin duda, han sido unos seis años memorables. Al fin soy algo más de lo que pude haber sido en el bosque. De una vez por todas puedo decir que he cumplido mi sueño. Ese reclamado sueño de formar parte de los guardias del Palacio de Hyrule para proteger el reino con valor. 
- ¡Hey, Link! - Desde la puerta de la izquierda me solicita una dulce voz procedente de una pequeña joven de ojos color cristal y cabellos verdes como la hierba en primavera, no puedo evitar formar en mi rostro una amplia sonrisa cuando la ternura que Saria desprende impregna mi habitación en la escuadra de Palacio. Levanto la cabeza de los planos del lugar de los que sólo recuerdo una gran torre con forma de rupia que me quedé mirando mientras pensaba en cómo he llegado hasta aquí y me incorporo de la silla para acercarme a ella. - ¿Vas a vivir aquí ahora?
- Buenos días, Saria. En efecto, este pequeño cubículo es mi refugio de Hyrule a partir de hoy. ¿Cómo has conseguido venir aquí incluso antes de que vaya al Bosque Kokiri a buscarte? - Mientras ella se pasea en círculos observando detalladamente la estancia, me tomo la libertad de apreciar los cambios que ha sufrido tras nuestro último encuentro, una despedida por la cual venía a entrenarme para el cargo que hoy poseo.
- Secreto profesional. - Se dedica a mirarme unos segundos con una sonrisa que parece brillar. Percibo su confianza hacia la situación, ella, como siempre, tan calmada y yo, como nunca, atento a algo sin despistes. Aparte de su notorio crecimiento capilar (tal como para que ahora pueda hacerse una larga trenza que se desliza por su hombro derecho) sigue tal cual la dejé mientras lloraba mi decisión. - He venido aquí para darte una noticia... - Noto como su expresión cambia y se centra en mirarme desde su pequeña estatura con firmeza. Algo va mal.
- ¿Qué es lo que ha pasado? - Un sudor frío comienza a posarse en mi rostro, manos y pies. Su mirada parece tener escrita la palabra 'peligro' y mi sangre está siendo bombeada demasiado rápido para que pueda darme cuenta de que he tenido que sentarme. He vivido esto antes. He soñado esto antes, y el cómo termina va a acabar con todo lo que conozco. Sólo espero que no diga la frase, esa maldita frase que me demostrará que ni el más astuto puede huir de su destino.
- El Árbol Deku se está muriendo. - Y así, de nuevo, el camino ya escrito por los Dioses, me demuestra que no hay senderos para huir, que todos llevan al mismo sitio. Y que ese sitio es mi perdición. - Y pide que vayas a verle de inmediato, pues dice que si no habla contigo antes de... - Parece que le cuesta pronunciar esas palabras - De morirse... Será el fin del tiempo futuro y el presente.
Quizás no hice lo correcto, quizás debí escuchar a ese lado rebelde que hay dentro de mí y echar a Saria de mi refugio para continuar con mis tareas. Quizás... Pero ya nada puede cambiarse, el pasado es imborrable y tan sólo puedo caminar hacia delante. Después de aquella conversación, la pequeña comenzó a llorar en mis brazos mientras un nudo en mi garganta me recordaba el final de la pesadilla que me absorbe con ansia cada noche sin piedad existente. Sequé el sudor de mi frente, llevé a Saira fuera de la escuadra y fui a hablar con mi general, para echar por tierra el esfuerzo de seis años, para aceptar que no hay salida. Renuncié a mi cargo en la susodicha y me embarqué en un viaje sin retorno al Bosque Kokiri, donde se decidirá si continuaré teniendo pesadillas cada noche, o si, por el contrario, comenzaré a vivir pesadillas cada día. Saria es mi acompañante. Ambos caminamos por las calles de Hyrule, ella es tan pequeña y aparenta estar tan rebosante de vida que puedo sentir cómo late su corazón con cada paso que da danzando de un lado al otro delante de mí. Sé que está tan preocupada como yo, de pequeños teníamos sueños premonitorios a la vez y nos los contábamos como si de unir las piezas de un puzle se tratara, ella tenía los fragmentos que yo había olvidado, y así escribíamos la historia de lo que pasaría ese día en el Bosque, o dónde podrían esconderse esta vez los Deku. 
Yo me crié allí, con ellos. Según me han contado, un día aparecí envuelto en una manta frente al gran árbol Deku. Dicen que fui un regalo de la Diosa Hylia para Hyrule, pero lo que está claro es que yo no era un Kokiri. Ellos no crecen. Siempre tienen ese tierno aspecto de un niño de no más de trece años. Pero yo fui madurando como un tomate y acabé creciendo. Mi infancia la pasé con Saria y Mido, pero siempre tuve especial predilección por ella, es como un ángel que ilumina a quienes la rodean. Cuando tenía doce años, el árbol Deku intentó predecir mi futuro, teniendo más neblinas mentales y fragmentos de una película inacabada que otra cosa. Pero todo lo que vio fue catástrofe, una gran catástrofe que giraba entorno a alguna especie de espada. Yo la poseía. Desde entonces me rehusé a vivir una vida llena de dolor y condenación en la cual todo acabaría de un modo desconcertante. Me fui del bosque y vine a Hyrule para cambiar mi destino. Para ser un guardia de palacio, era necesario entrenarse desde muy pequeño, y se entraría a formar parte de uno de ellos, si se pasaban todos los requisitos, el día que se cumpliesen los dieciocho años. Hoy, yo cumplía los míos. Y aun así he tenido que ver como se fracturaban todas mis esperanzas ante mis ojos. 
Estamos llegando a la entrada del bosque. Un gran árbol de cristal se alza ante nosotros, sus hojas revelan un sin fin de arcoíris que consiguen tomar  la forma de una pirámide traspasable por el viento, una pirámide que gira sobre sí misma con colores cálidos y tenues. Saria, Mido y yo veníamos aquí a buscar las nueces Deku que venían atraídas por el viento hasta los pies de la pirámide. Ella me mira y noto como recuerda ese acontecimiento como yo, siento como la sangre se acumula en mis mejillas y desvío la mirada para dejar de impactar con mi notable sonrojez. Seguimos andando y esta vez son árboles de verdad los que arropan un camino varado por las pisadas de muchos pies antes que los míos, un camino terrenal que lleva al centro del bosque. Escucho de pronto voces, son como un murmullo lejano, algo casi indescifrable. Cuanto más me acerco, mejor escucho a los kokiri sollozar casi al unisono. Aun no puedo ver nada pero siento como mi corazón se encoje y tropiezo con una pequeña piedra, dejándome llevar por la gravedad hasta el suelo. Saria retrocede, viene hacia mí y me doy cuenta de que no ha sido un fallo por mi parte el tropezar. Una vez mis manos tocan el suelo, éste es abatido por un temblor, seguido de otro, y de otro. Algo sacude la tierra desde el interior, y el hipocentro de todo esto, se encuentra dentro del árbol Deku. Mi árbol Deku... Me arrastro como puedo hacia el centro del bosque, Saria tira de mí hacia atrás y me implora que me detenga, que no siga. Desobedezco y consigo ponerme en pie para correr sin equilibrio alguno hasta allí. Siento las ramas crujir bajo mis pies y una nuez Deku me cae en el hombro mientras intento no volver a caerme. Una vez estoy allí, hubiera preferido hacer caso a esa parte de mí, hubiera preferido no acercarme jamás a una escena tan dolorosa. 
El gran árbol Deku está comenzando a agrietarse por el centro de su rostro, deformándolo de tal forma que dentro de mi algo se ha hecho añicos, los Koriri se alejan de él como pueden pero el suelo parece hundirse a su alrededor y muchos caen, siendo golpeados por la tierra repetidas veces en la fosa. Veo a Saria rodar a mi lado y me doy cuenta de que está siendo atraída por lo que sea que está pasando. Cojo su brazo y la atraigo hacia mí, ella es agarrada por varios Kokiris y comienzan a hacer una cadena que consigue ser creada por casi todos ellos. Cuando ya solo faltan dos o tres me doy cuenta de las fuerzas me fallan. Pero camino hacia atrás y consigo impulsarlos a todos lo más lejos que puedo del temblor. Una vez caen en el camino y quedo delante de ellos, frente al árbol Deku, todo pasa demasiado rápido y lo único que siento es la explosión, los gritos, el dolor en mis costillas izquierdas y en mis extremidades, un gran golpe en la cabeza y una luz blanca que reflejaba una silueta negra a contra luz. Lo último que recuerdo antes de quedarme inconsciente son las manos de esa silueta acariciando mi cabello.

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